sábado, 27 de febrero de 2010

Incitatus, el caballo más famoso de la Roma clásica

La leyenda asegura que su dueño llegó a adorar fervientemente a este caballo hasta el extremo de construirle para su uso exclusivo un palacio con seridores, mobiliario de lujo y caballerizas de preciosos mármoles y pesebres de marfil.

Su dueño, cuando estaba cuerdo, atendía al nombre de Calígula, uno de los más sonados emperadores de Roma.

Esto hizo que fuese él, y no el caballo, el mayor esperpento de la Roma imperial.


Historia de una depresión de caballo

Este caballo colaboró con Mahoma en la creación del Islam participando en la primera peregrinacion a la Meca. Tales meritos no disminuyeron el cariño y afecto que siempre sintió Mahoma por su camello Al Quasv.

Lazlos sufrió con ello una gran depresión. Estas, desde entonces, se calificaron como depresiones de caballo .Mahomano no pudo recabar ayuda psicoanalítica para su animal, una terapia que fue creada mas tarde.

La medida que posiblemente trató de reconocer la valia del caballo fue la de establecer un precepto en el Koran que dice: "cuanta más cebada des a tu caballo, más pecados te serán perdonados".



viernes, 19 de febrero de 2010

Abuelo nuestro, que estás en los cielos

El esperpento del abuelo con su mirada baja como pidiendo perdón por estar vivo es sin duda uno de los esperpentos más entrañables de nuestra galería. Si bien millones de católicos rezan el padre nuestro que estás en los cielos, del abuelo nuestro jamás se habla.


A juzgar por lo que ocurre en la tierra, es fácil imaginarse a los padres de padres vagar indefinidamente por los cielos en busca de una plaza de aparcamiento celeste a pagar en módicas mensualidades. Entretanto, los demás inmortales continuarán de vacaciones o gozando de la presencia divina.


Es costumbre de los viejos budistas abandonar familia y bienes y vagar por los caminos en busca de sabiduría y felicidad, unas metas perfectamente prescindibles por nuestros abuelos que tienen plaza en aparcamiento celestial. Es aquí donde morarán hasta que llegue la resurrección de los muertos, momento en que habrán desaparecido los esperpentos y seremos todos iguales, o al menos unos más iguales que otros.